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Cabo San Román

El Cabo San Román, ubicado en la península de Paraguaná, es el punto más septentrional de la Venezuela continental y desde donde se logran ver las luces de Aruba y Curazao en la noche. Se encuentra a 112 kilómetros al norte de la ciudad deCoro. Por el oeste cada tarde, visitantes y lugareños pueden observar las puestas de sol que se enmarcan en las templadas aguas del Golfo de Venezuela.

 

 

 

El Cabo San Román, ubicado en la península de Paraguaná, es el punto más septentrional de la Venezuela continental y desde donde se logran ver las luces de Aruba y Curazao en la noche. Se encuentra a 112 kilómetros al norte de la ciudad deCoro. Por el oeste cada tarde, visitantes y lugareños pueden observar las puestas de sol que se enmarcan en las templadas aguas del Golfo de Venezuela.

 

 

 

En el Cabo San Román hay numerosos acantilados y médanosa la orilla del mar. De estos el más célebre es el Médano Blanco. También cerca de él se encuentra Mangle Lloroso, pequeña población pesquera.

 

 

 

En nuestro paseo por Cabo San Román apreciamos la velocidad de sus vientos, es un área donde el aire jamás cesa por lo que el calor es bastante tolerable, el suelo es bastante árido, por lo que en las imágenes no se observa mucha vegetación, aunque no es considerado una maravilla de Venezuela, pienso que debiera estar entre las 20 primeras, por su significado, el lugar donde se encuentra, entre otras cosas.

 

 

No existe ventas de nada, solo un vendedor ambulante que ofrece sus productos, pulseras, gorras y otras coas, así que es indispensable llevar agua y sus refrigerios desde los pueblos anteriores.

 

 

Solo un par de kilómetros son en carretera de tierra muy transitable, el resto está bien pavimentada y se encuentra en perfecto estado y desde Adícora se encuentra a un hora máximo dos haciendo las paradas necesarias para observar el resto de los distintos destinos y sitios de lujo, como algunas playas, las salinas, entre otros.

El viento de Paraguaná, es mi soplo del infierno, que quema el rostro de los árboles, que evapora, afila, que siembra en el alma partículas cortantes de sol, que tuerce la luz hace que la piel del aire se resquebraje y se retracte; y, sin embargo, cuando pasa a tu lado es un tierno cachorro que lame tus manos, una ovejita que baila en tus suspiros, una caricia que se desmaya en la playa.

Hugo Fernández  Oviol

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